¿Andandará?

Has cruzado el manglar con los charlies pisándote los talones. Has intentado con éxito que no se mojaran la brújula ni la carta topográfica. El walkie te devuelve la voz de tu sargento diciéndote “dame tus coordenadas”.

Puedes obedecer la orden porque tienes un sistema en el que cobran sentido, uno que te permite distinguir distintos puntos geométricos del objeto que quieres representar. Dejando a un lado la tontada en plan Apocalypse Now, sabemos que esto de dar coordenadas es una tarea rutinaria en muchas tareas científicas.

Ni que decir tiene que cada campo tiene sus peculiaridades, sus dificultades y sus objetivos. La situación que hemos descrito antes en plan de coña puede tener bastante que ver con las circunstancias a las que se puedan enfrentar habitualmente algunos geólogos o algunos biólogos.

Pero, ¡ay! las complicaciones suelen surgir a la primera de cambio, y con ello me refiero a no poder recurrir al clásico sistema cartesiano (compuesto por tres ejes perpendiculares que se cortan en el punto origen).

Un sismólogo (entre otros muchos) no puede obviar que la Tierra no es plana, y le conviene usar lo que se llama un sistema de coordenadas geográficas, vamos, que le será más útil dar la posición del hipocentro de un terremoto mediante la longitud, la latitud y la profundidad (aunque para dar la del epicentro le bastan las dos primeras).

Esa manera de codificar cierto saber, que sería una manera pedante de referirnos a un sistema de coordenadas, será el que también usará mayormente un ecólogo que estudie la densidad de leones hembra en Tanzania (y que quizá se valga de un dron para esa tarea).

Por este derrotero de los sistemas de coordenadas jodiditos nos podemos encontrar cosas tan perversas como los sistemas curvicilíndricos. Un sistema así sería el más conveniente para el análisis y visualización por imagen de tejidos u órganos con múltiples capas que presenten organización cilíndrica, como por ejemplo un embrión de ascidia. La cosa es conseguir simplificar la descripción matemática, tener el menor número de variables y ecuaciones para hacerse la vida más fácil y que quede más tiempo para el martini del domingo por la mañana.

Y si os fijáis bien por el camino os he dejado tres referencias para que veáis que al menos un pequeño porcentaje de lo que os cuento no son puras chorradas.

 

Este artículo fue publicado previamente como Andandará



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