Bernoulli rima con patchouli

Estoy pensando muy seriamente en soltar esta regla nemotécnica en el aula (virtual o presencial) para culturizar a mi alumnado, fingiendo que yo no tenía dudas sobre como pronunciar ese apellido, dudas que en realidad he disipado apenas hace dos días.


Tocaría acaso preguntarse si no es peor el remedio que la enfermedad, puesto que quizá mi público objetivo no sepa lo que es el patchouli, y puedo suponer y supongo que quien me siga anticipa ya que antes o después no me voy a resistir a contarlo. Pero lo que mola de verdad es lo que pueden tener en común la física (impersonada por Bernoulli) con la perfumería (aquí representada por el patchouli).


La evocadora imagen que hemos de dejar que ocupe nuestra mente es la de Violeta Valéry en su boudoir, ataviada con su corsé enaguas y bata fina, todo con una profusión de lazos y delicadas puntillas. Ella espera a Alfredo Germont y se perfuma. Sus manos sujetan un recipiente de fino vidrio conectado a un tubo blando cubierto de hilo (de seda también) y que acaba en una especie de huevo blandito con un pompón, a veces llamada pera.


Con el adorno de la escena he descrito el clásico nebulizador vintage que permite difundir gotas de perfume por el aire y distintos lugares de la piel de la elegante Violeta. Y todo esto ha ocurrido por el principio de Bernoulli, el tubo blando en realidad se comunica por otro rígido que penetra verticalmente en el recipiente y se sumerge en el líquido perfume que alberga en su interior. Al apretar la pera, el aire que esta contenía alcanza una velocidad considerable que pasa por la salida del tubo vertical, y ese aumento de velocidad produce un descenso de la presión que hace que al perfume le sea más grato ascender, y así se mezcla con el aire y juntos se sincronizan en un celérico viaje.



Violeta, como mujer de gustos refinados, gasta un perfume con los exquisitos, complejos e incluso extravagantes matices que aporta el patchouli, un aroma del que habla incluso Joaquín Sabina en sus canciones. Este aceite esencial se extrae de las hojas de una planta que se cultiva fundamentalmente en Sulaweisi (Indonesia) y su carácter amaderado, terroso, y alcanforado fue sinónimo de lujo en siglos pasados.


Y esto lo he aprendido de mayor, cuando he conseguido deshacerme del prejuicio que mi progenitora tenía a ese olor, que ella decía (con mucha razón) que era el que desprendían los puestos de artesanía de los hippies que se apostaban en la Gran Vía de Bilbao, a lo largo del escaparate de El Corte Inglés, antes de que gentes de otras etnias y otros orígenes geográficos ocuparan esa localización estratégica para vender gruesos jerseys de lana de alpaca los primeros y camisetas falsas de fútbol los actuales. Pero eso es parte de otra historia a la que aún no he encontrado conexión con la física.


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