¡Peazo bisho!

Hegoi llegó un día más desganado a la facultad. Todavía le duraba la depre por su último fracaso sentimental. Por fin había entrado a la rubia de sus desvelos en Andramaris de Bermeo y ella no le había dado ni 10 segundos de conversación. Dudaba de si su existencia tenía algún sentido.

Y encima tenía clase de física un viernes a la una del mediodía en un aula con 35º, y su culo ya acusaba los efectos de la tortura de aquellas sillas.

Escuchar la palabra lagarto le hizo prestar un poco de atención, no sabía bien donde quedaba aquel entusiasmo por la zoología que le había inyectado una charla en Naukas. ¿Qué era eso de que había que saber aplicar física y matemáticas básicas para poder comparar cuán fuertes son una hormiga, un elefante o un hombre? Le estaba costando entender aquello de que la figura geométrica de un cubo es semejante a la de otro cubo cuyas aristas sean más grandes. Tampoco le resultaba fácil seguir el argumento de que si ambos fueran macizos y del mismo material, y las aristas del grande fueran el doble de las del pequeño entonces el grande pesaría ocho veces más. Cuando surgió en la pizarra el dibujo de la patata estuvo a punto de desconectar. Menos mal que oyó que el siguiente paso era enfocarlo hacia la biología.

-¡Bueno, ni tan mal para acercarnos al finde! — pensó.

 

Se distrajo de nuevo unos instantes para volver a bajar a tierra cuando la profesora les contaba que el argumento lo mismo se podría aplicar al varano de cola rayada que al varano del Nilo (vamos, lo que se dice dos tipos de lagartos distintos de los que él había visto en Gorbea, y con poco que ver con las lagartijas que paseaban sin miedo por el campus). Estaba claro que aquella mujer de apellido raro se había aprendido los nombres de esos dos bicharracos para dar la impresión de que sabía de lo que hablaba. Pero a él ya le daba igual.

En aquel momento su imaginación llevaba había comenzado a esbozar el guión de su propia versión de Jurassic Park y de como iba a modificar genéticamente al lagarto verde occidental. Y se valdría de las leyes alométricas para crear un dragón que fuera fuerte como un cinturón negro de jiujitsu.

 


La foto es de Selin Şahin, extraída de Unsplash, y el artículo apareció por primera vez como Peazo bisho

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