Las natillas de Tamariz

Aquel mago nos enseñaba física sin saberlo. Sí, aquel con la nariz aguileña, las gafas de John Lennon, el pelo más revuelto que el mío y la chistera.

Con su mano gentil deslizaba hacia su derecha la carta de arriba del todo de la baraja, y así conseguía arrastrar a las demás. Notábamos también que cuanto más y más bajas estaban las cartas menos se desplazaban de su posición inicial. Y esto, queridos niños y niñas nos da una perfecta ilustración del perfil de velocidades de un flujo de Couette o flujo laminar.

¿Pero no son las cartas piezas sólidas? Sí, sí, pero ¿qué sería de la física sin las analogías?

Además la juventud de hoy quizá ni siquiera sepa del olor y el tacto peculiares de un mazo de cartas, españolas o francesas, eso da igual. Es por eso, y por lo de que ahí mucho fluido no hay que he recurrido a otro ejemplo.

Y me ha sorprendido gratamente que les resultara familiar la sensación que se percibe cuando se coge una natilla con una galleta maría encima, y se pone a navegar al barquito marrón en el mar amarillo con una cuchara como motor. De hecho les he incitado a que se vayan comiendo la natilla dejando la galleta intacta para ver que al quedar menos fluido debajo es mucho más facil moverla.

Ese fenómeno está en perfectamenta consonancia con una de las soluciones de las ecuaciones de Navier-Stokes con condiciones de contorno apropiadas, que no solo son bonitas por su ampuloso nombre, sino que son una hermosa manera de acercar al aula la física del día a día.

 

El artículo apareció por primera vez como Las natillas de Tamariz


 

 

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